sábado, 27 de mayo de 2017

Vivir soñando y doliendo.

Bajo la soberanía del dolor y el placer
nos preguntamos qué debemos hacer.

En el hedonismo
nos esclavizamos.

''Queremos ser brújula y somos veleta''
y acabamos en otro lugar,
que no era al que queríamos llegar.

''Buscamos la felicidad como el borracho su casa''.
Buscamos la felicidad como algo que alcanzar,
y queremos más.

No nos pertenece,
no nos inunda.
Nos ahoga.

La razón y el corazón enfrentados,
el cuerpo inmóvil.

Pierdo el sueño soñando plácidamente
y necesito del dolor para sentirme viva.

Pero si sueño y plazco
más que vivo,
prefiero soñar perdiendo el sueño
que vivir soñando y doliendo.    

viernes, 12 de mayo de 2017

La doble moral

Que te priven de decirle ‘te quiero’ también es castigo.

Te quieren libre dentro de sus márgenes.
Te quieren como eres, pero ya no es como eras.

Yo te vi volar y abatieron tus alas, por ir al compás de sus pisadas.
Te vi gritar y quedaste mudo, por seguir sintiendo su voz.

Yo en el banquillo, lesionada y sin oportunidad.

Desde la barrera todo duele un poco más, por no poder avanzar, ni regresar.
Dentro del reloj parece más fugaz, pero no paro de contar, la cuenta atrás. 


Contención, desilusión, privación. 

sábado, 11 de febrero de 2017

11

Apareces por las noches
y me dejas con ganas de más,
de no querer despertar.

Intentó recordar
y vuelvo al lugar
donde me solías esperar.

No te has ido del todo
porque no te he dejado de pensar
porque vienes y te vas
y me vuelvo a desarmar.

Y sigo en mi nueva vida
donde tú ya no estás
pero vuelvo a mi antigua vida
y te cruzas por detrás
y me pongo a temblar
y a pensar
y a quererte besar.

Pero nunca pasa nada.

Nuestros pensamientos entrelazados
y nuestras palabras mudas.

Nuestros sentimientos durmiendo
hasta que llegamos al fondo de ese vaso
donde todo vuelve a flotar.

Es imposible regresar
pero no cerrar y volver a empezar.

Sin ti
pero con un punto y final.

viernes, 13 de enero de 2017

13

La estabilidad ha conquistado mi vida, que se ha convertido en una línea recta, sin altibajos. Llegó sigilosa, lentamente, pero tropezó y golpeó bien fuerte mi puerta. Pasó y hoy sigue aquí, sentada junto a mí.

No sé cómo enmarcar este momento, no podría etiquetarlo. Puede que sea el mejor de mi vida, quizás el más tranquilo, que a veces peca de aburrido, para volver arrasar de golpe con todo y luego recolocarlo, poco a poco.

No hay soledad incómoda, no hay compañía hueca. Me he detenido a sentarme cara a cara conmigo, he discutido, he odiado mi reflejo, mis complejos, mi narcisismo. Me he cansado de ver el mismo panorama, he roto con todo, desterrando mis raíces, pero manteniéndome en suelo firme. Dando mil vueltas para olvidar de dónde venía y no visualizar claramente dónde me encontraba. Cierro los ojos. Los abro. Ya no soy cómo era, pero sigo siendo. No estoy donde me solía encontrar, estoy en algún sitio mucho mejor.

Nos mantenemos dependientes creyendo encontrar así nuestro rincón perfecto, para luego darnos cuenta que estamos solos con nosotros mismos, y no hay mayor fuerza que la de auto movilizarnos. No hay mayor odio que el nuestro hacia nosotros, no hay mayor crueldad que la nuestra.

Hoy me sigo lamiendo las heridas que me he causado yo misma. Pero he aprendido a no martirizarme por aquellos actos que no dependen únicamente de mi misma. Dicen que hay cosas que no tienen solución, pero creo que sí, que la mayor solución es la de la asimilación y aceptación, la cual suelen denominar ‘derrota’, pero que a mí me ha supuesto una gran victoria.

Por poco me vencen los no-sentimientos ajenos, pero han ganado los sentimientos personales.


Sigo creyendo en el amor verdadero, el amor propio.